A nivel humano, se muestra como trabajos definidos por agotamiento, desconexión, abrumación, falta de significado, propósito inexistente, ansiedad aguda, malestar persistente, poca energía y entusiasmo, expresión sofocada, potencial, desempeño y alegría. Los “caminos” de carrera a menudo incluyen saltar de una compañía a otra y de una industria a otra en un intento, a menudo inútil, de solucionar un problema que se encuentra en otro lugar.

A nivel organizativo, esta ola en expansión de descontento individual se extiende, alimentando la disfunción cultural, la baja productividad, la creatividad sofocada, la moral disminuida, el bienestar físico y emocional en declive, la baja motivación y el rendimiento, la creatividad y la innovación perpetuamente limitados. Hace que sea brutalmente difícil para una organización mantener un talento increíble y también mantenerse competitiva en una industria, y mucho menos liderarla.

Es fácil señalar con el dedo, pero la verdad es que nadie se beneficia del estado actual de las cosas. Todos queremos hacerlo mejor. Los individuos están sufriendo, al igual que las organizaciones. Las expectativas sobre lo que le brinda un trabajo, más allá de la compensación financiera, ya estaban cambiando en la década que se dirige hacia 2020. Los eventos recientes han acelerado drásticamente el ritmo del cambio. Lo que se presentaba como un anhelo se ha convertido ahora en un imperativo. Y ese mandato personal se está convirtiendo rápidamente en uno organizacional.

De acuerdo con un estudio reciente, el 25% de la fuerza laboral planea buscar nuevos trabajos a medida que salimos de esta temporada. Algo tiene que cambiar.